La España del sufrimiento interminable, que enterró su brillantez desde el terremoto interno que le dejó sin seleccionador a dos días del estreno, se despidió ayer del Mundial 2018 con un castigo a la especulación y con la mala fortuna de su pasado en la tanda de penaltis final, tras caer en la maldición del anfitrión frente a Rusia.
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