Sin brillo pero eficaz, la selección de Francia arrancó ayer la Copa del Mundo de Rusia 2018 con una ajustada victoria sobre Australia (2-1), ayudada por la tecnología -se pitó el primer penalti con VAR en un Mundial- y la fortuna. Se cumplieron los pronósticos en Kazán y Didier Deschamps, pese a ser poco amigo de las revoluciones, movió de arriba a abajo el once de su equipo, apostando por la juventud y por el tridente arriba formado por Griezmann, Mbappé y Dembélé.
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