“Eres fuerte, hasta que recuerdas lo que sucedió, y un mar de llanto te invade, y ves que a tu alrededor quedaste abandonada”. Con los guantes de goma puestos y un cobertor de plástico en la cintura que usa para lavar decenas de prendas, Juana relata paso a paso su ingreso a la cárcel. Cada minuto en estos seis años le ha enseñado que son momentos en los que hasta la familia abandona a una mujer privada de libertad.
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